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La audacia de la esperanza

Publicado en Dermactual. Marzo 2009: 6:16.

La audacia de la esperanza

Debes venir siempre a las cinco-dijo el zorro al príncipe-.
Así, ya desde las cuatro, mientras espero, estaré alegre.
Le petit prince. Antoine de Saint-Exupéry.

Para los que hemos recibido una educación judeo-cristiana las tres virtudes teologales –fe, esperanza y caridad- son las vías más directas para acercarse a Dios.

La fe, creer sin ver, aceptar sin evidencia, es la más difícil de cultivar por el médico. Cuando el paciente pregunta -¿porqué?- y no tenemos respuesta, la fe, cualquier fe, se tambalea. Saltar los charcos de oscuridad que nos encontramos entonces es empresa propia de campeones. La palabra “idiopático” es el único eufemismo discretamente eficaz a la hora de cubrir nuestra ignorancia y nuestra decepción.

La caridad, amar al prójimo como a nosotros mismos, es en gran medida consustancial a la profesión médica. La mano en el hombro, la compasión, la empatía, entran sin calificación puntuable en el currículo del médico, y son pocos los que no la practican.

Pero… ¿y la esperanza?

La esperanza es el motor de la fe, la fuerza de la caridad. La esperanza es un enjambre de deseos, una vasija rebosante de ilusión que explota y llena el espacio de jirones de luz. La esperanza es audaz como la juventud, como la vida. Empuja al perdedor a maniobras estratégicas; mueve a la conquista al pusilánime; estimula al apático; confiere facundia al tartamudo; permite el radiante apogeo de los cuerpos sin belleza; hace expeditivo al perezoso y derrochador al tacaño. Casi lo puede todo.

Uno de los curiosos experimentos psicológicos del siglo XX relatados por Lauren Slater en su libro “Cuerdos entre locos” es aquel que demuestra que si un individuo sonríe, aún si ganas, acabará sintiéndose alegre. Y digo yo: si el gesto puede llevar al sentimiento ¿porqué no puede ser que la esperanza lleve al milagro?

Cultivemos la esperanza. Solo hay que ponerse a dieta de actitud y espíritu y acercarse a la euforia del alma en comunión con la paz. Volver a ser adolescente. Una gran receta que tal vez nos regale un gran campo de prodigios.

Y si usted, lector, es un escéptico, hágalo también. Abandone su letargo y abrace la filosofía del carpe diem esperanzado. Yo le invito a volver a empezar, a concebir la certeza de que el día siguiente es el primero de un nuevo ciclo. Y a la postre, una fenomenal y entusiasta metáfora de la vida. Esperar siempre, porque al fin, lo importante es el camino, no el destino.

Mi propuesta no tiene efectos secundarios y quién sabe si tal vez, de esa manera, podamos ser más felices. Ese sería el mejor resultado. Aunque no esté basado en la evidencia.

¿No creen?

Pues eso.


Puntadas con hilo
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